Hasta Siempre

Las palabras son como las fotografías de los sentimientos. A veces salen bien, otras no, pero cuando las volvemos a leer o las compartimos, encontramos su verdadero valor.

Heredé de mi padre el amor por las letras cuando desde pequeña me enseñó a usar el diccionario.En ellas descubrí la forma de encontrarme a mí misma, mis sentimientos, mis dudas, mis miedos, mis rabias, mis amores y a través de ellas he podido durante estos cuatro años de lejanía estar cerca de los que amo, gracias a ellas y a la tecnología, las mismas que ahora me han permitido viajar doce mil kilómetros para estar allí.

Mi padre era un hombre grande, guapo y terco, profundo y nostálgico, generoso hasta el derroche. Supo elegir a los amigos, escogió donde estar, a quienes amar. Podía escribir en un papel sus indescifrables fórmulas químicas, que a nadie confió, como los poemas más intensos que jamás leí. Allí hablaba del amor, de su compañera de toda la vida, de sus hijos, de su orgullo, de la patria, de la montaña, de una flor.

Abrió la puerta de su hogar y su corazón a todos quienes lo necesitaron postergando incluso a los suyos. Le vi crecer como hombre, le vi romperse en dolor sentado al lado de mi cama, le vi coger a sus nietos con la mas delicada de las caricias, le vi en medio de motores de citronetas y cuanto auto llegó a sus manos, le vi enfadado con el mundo, le vi gritando, le vi disfrutando de la brisa de la montaña, de las olas del mar, le vi dormir muchas horas y trabajar muchas mas.

Este momento es difícil, pero no es triste. Se que partió sabiéndose amado. Se que no se rindió como se que esta batalla también la ganó, como un caballero sobre su corsel escudo y lanza en mano, erguido y valiente. Se que no fue perfecto, que nunca pudo decir que le perdonaran, aunque sí lo sentía, que su terquedad le llevó al silencio y también se que su amor ha sido y es verdadero.

No pude darle mi último beso, ni puedo estar allí, pero se que está conmigo, con nosotros, con sus "pajarracos", lo siento, lo escucho, lo huelo y se que allí estará, con sus grandes manos, su pelo suave, mirándonos mientras le tirita una ceja... Se que en su nuevo camino estará bien, que volverá a ser feliz, que guiará mi caminar, y que encontrará la Paz que siempre se mereció.

Hasta siempre papito. Te amo.